Hasta los mismísimos

... hasta ahí estoy ya del proyecto y de la empresa.

Cinco años llevo ya en el mismo proyecto -desde que creamos la empresa-, haciendo más o menos lo mismo. Cinco largos años en los que han entrado nuevos compañeros tanto a la oficina como a la empresa, se han ido otros (incluso han echado a alguno que otro de la oficina y nosotros de nuestra empresa), han nacido tropecientos niños de los compañeros de trabajo... Y aunque al principio estaba entretenido (montar un nuevo proyecto, una nueva empresa, ver si encontrábamos clientes, montar algún servidor para trabajar...) actualmente estoy completamente quemado. No quemado por el ambiente de trabajo (horario un poquito liberal con viernes tarde libres, compañeros súper majos, sueldo muy bueno para la nula responsabilidad que tengo) sino por la monotonía del proyecto. Nunca he estado tanto tiempo en una misma empresa, mucho menos en un mismo proyecto, y creo que cinco años están pudiendo con mi aguante -y no quiero ni imaginarme cómo estarán S o JM, que no han cambiado de área dentro del proyecto en todo este tiempo, como yo-.

Al principio pensaba que podría ser el tiempo que llevaba desde las últimas vacaciones, que se hacen sentir, pero no, después de las vacaciones de Semana Santa sigo igual o peor: llevo varios días para hacer algo que no se debería tardar más de uno, me desanimo el domingo simplemente de pensar que hay que volver el lunes a trabajar, estoy constantemente mirando cosas por internet hasta el punto de que me da miedo que me echen la bronca por ello.

En realidad, puede que la razón de estar tan quemado haya sido estar viviendo con E. Antes dedicaba bastante tiempo en mi casa al ordenador: cuando llegaba a casa me ponía a trapichear con internet, a mirar las noticias de meneame.net, a chatear con uno u otro, a ver alguna peli por streaming..., pero ahora sin embargo llego y saco a Mona a pasear casi una hora, cenamos cuando llega E del trabajo, vemos un ratín la tele si nos da tiempo o simplemente charlamos, y nos acostamos. Vamos, que no me da tiempo a juguetear con el ordenador y a "desfogarme", tecnológicamente hablando, así que cuando llega la hora del trabajo, me aburre soberanamente. No me entiendas mal, me encanta la vida que llevo con E, es algo que no cambiaría por nada del mundo porque es lo mejor que me ha pasado en muchísimos años, con lo que está claro que si no puedo (quiero) cambiar una cosa, habrá que cambiar la otra: el trabajo.

Y el caso es que podría hacerlo fácilmente, lo de cambiar de trabajo. Mi antiguo jefe montó una empresa hace algún tiempo y recolectó a los antiguos empleados por aquí y por allí hasta montar un equipo bastante, bastante apañado (mi ex-socio entre ellos). Ya me ha tirado los tejos varias veces, y aunque al principio le rechazaba por lealtad a mi recién montada empresa y, por qué no decirlo, por la comodidad que me proporciona mi puesto de trabajo actual, últimamente no hago más que darle vueltas y más vueltas.

El mayor pero que le veo al cambio actualmente es la crisis, la dichosa crisis: el sector informático siempre ha sido el primero en caer en época de crisis. Los primeros gastos que se quitan las empresas son los no indispensables, los lujos, y una página web es un lujo que no es imprescindible ahora mismo, ese ordenador de cuatro años puede aguantar un par de ellos más, ese proyectito que se pensaba hacer para actualizar el sistema de gestión se puede aplazar para cuando acabe la crisis... Esa era la idea que yo tenía del sector empresarial de la informática, y por eso me extraña tanto que siga con tan buena salud un año después de iniciada la crisis; y es por eso que no sé si realmente este sector ha madurado lo suficiente como para no ser más un lujo bonito pero innecesario sino más bien un recurso indispensable.

Así que ahí estoy, rumiando seriamente si quedarme en la seguridad de mi actual puesto de trabajo, o irme a la empresa de mi antiguo jefe, trabajando desde casa y en cosas nuevas (no creo que sean apasionantes, pero con nuevas ya me vale) y posiblemente sufrir la crisis el año que viene. Mmm, ¿me debería aplicar el refrán de sarna con gusto no pica?.

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