El poder de la obediencia
El otro día estaba jugando al Oblivion, un juego RPG de ordenador en el que distintos grupos o facciones (magos, luchadores, caballeros,...) te van asignando misiones, que al ser cumplidas te reportan dinero y fama. Cuanta más fama consigas, mejor opinión tienen de tí el resto de personajes. Pero, al igual que la fama, también se puede conseguir infamia, sin ser conceptos excluyentes: puedes salvar una ciudad de las garras de cientos de seres diabólicos, reportándote mucha fama, y después puedes matar por un poco de dinero a un ancianito inerme, lo que te reporta mucha infamia.
Durante todo este tiempo, y como casi siempre que juego a estas cosas, trataba de mantener a mi personaje casto y puro, subiendo la fama cuanto podía pero manteniendo a raya la infamia. En concreto, trataba de evitar la facción de los asesinos, en la que sólo puedes entrar tras matar a alguien, o la de los ladrones, en la que no puedes entrar si no te pillan robando. A pesar de ser misiones tan válidas como el resto, me resistía a entrar en ese juego... hasta que en una de las misiones normales me obligaron a matar a un personaje. Me dijeron: "ve y mata a tal persona". Y yo fui y lo maté.
En ese momento me acordé de algo que había leído hacía poco en la wikipedia: el experimento de Milgram. El experimento ponía a prueba la buena voluntad de las personas cuando alguien le mandaba hacer algo que iba contra sus principios. No voy a entrar en detalles sobre el experimento (en la wikipedia está mucho más completo), pero básicamente consistía en que los sujetos, bajo el mando de un "maestro", castigaban mediante descargas eléctricas cada vez mayores a un "alumno", casi hasta la muerte (o al menos eso pensaban ellos). Antes del experimento, los psicólogos pronosticaban que sólo los más sádicos o con algún problema psicológico llegarían a la descarga de mayor potencia, casi mortal. Sin embargo, los resultados fueron espeluznantes: entre un 61% y un 66% llegaban a administrar descargas notables ante la presión del maestro ("¡Continúe, por favor!").
El experimento se pensó a raíz del jucio contra Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad en la II Guerra Mundial, en el que dijo:
Durante todo este tiempo, y como casi siempre que juego a estas cosas, trataba de mantener a mi personaje casto y puro, subiendo la fama cuanto podía pero manteniendo a raya la infamia. En concreto, trataba de evitar la facción de los asesinos, en la que sólo puedes entrar tras matar a alguien, o la de los ladrones, en la que no puedes entrar si no te pillan robando. A pesar de ser misiones tan válidas como el resto, me resistía a entrar en ese juego... hasta que en una de las misiones normales me obligaron a matar a un personaje. Me dijeron: "ve y mata a tal persona". Y yo fui y lo maté.
En ese momento me acordé de algo que había leído hacía poco en la wikipedia: el experimento de Milgram. El experimento ponía a prueba la buena voluntad de las personas cuando alguien le mandaba hacer algo que iba contra sus principios. No voy a entrar en detalles sobre el experimento (en la wikipedia está mucho más completo), pero básicamente consistía en que los sujetos, bajo el mando de un "maestro", castigaban mediante descargas eléctricas cada vez mayores a un "alumno", casi hasta la muerte (o al menos eso pensaban ellos). Antes del experimento, los psicólogos pronosticaban que sólo los más sádicos o con algún problema psicológico llegarían a la descarga de mayor potencia, casi mortal. Sin embargo, los resultados fueron espeluznantes: entre un 61% y un 66% llegaban a administrar descargas notables ante la presión del maestro ("¡Continúe, por favor!").
El experimento se pensó a raíz del jucio contra Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad en la II Guerra Mundial, en el que dijo:
No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde de los subalternos.Stanley Milgram, en el artículo sobre el experimento, escribió:
Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio.Muchas veces he pensado cómo un país entero pudo llegar a los extremos que se llegó durante la II G.M., o cómo un soldado puede llegar a hacer las cosas que le ordenan sus superiores, por muy repulsivas que sean. Pero lo que nunca podría haber imaginado es el poder que tiene la obediencia a la autoridad sobre nuestros propios principios.
Este post me encantó. Es totalmente cierto, nunca lo había pensado.
ResponderEliminarUn beso.
Me impactó mucho cuando leí sobre el experimento, pero me impactó aún más cuando vi que yo mismo actuaba de la misma forma.
ResponderEliminarsi que es cierto.....supongo que de ahi viene eso de "donde manda patrón, no manda marinero".
ResponderEliminarun beso