Vidas ajenas

Me gusta el metro. Me gusta mirar a las personas e intentar adivinar qué ocurre en su vida. Preguntarme cómo se quedó ciega esta señora a la que ayuda tan amablemente su ¿marido?. Preguntarme si ese gesto tan femenino significa algo en ese chico. Imaginarme a dónde van o de dónde vienen esa pareja de chavales con sus maletas. Saber qué gota colmó el vaso e hizo venir al matrimonio sudamericano desde tan lejos para tener aquí a su hijo... Tantas vidas...

De pequeño había un vecino en mi bloque que me llamaba "El inventor". Siempre me estaba encontrando cosas por el suelo y las montaba formando aparatitos o juguetes, como cuando hice una peonza con un corcho de una botella y una puntilla. Es lógico, el hecho de ser algo miope y muy tímido (me daba vergüenza no reconocer a alguien por la calle), hacía que siempre fuera mirando al suelo. Por fuerza me tenía que encontrar cosas. Por suerte, hace tiempo que dejé de mirar para abajo y ahora busco la mirada de la gente cuando voy por la calle. Sin embargo, no es tan fácil encontrarla. Es difícil encontrar una persona que te devuelva la mirada, y cuando lo hace, parece que es una lucha por el más fuerte. Aún así, me sigue gustando mirarles. Y preguntarme en qué piensan.

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