La explosión del saber

Ayer estuve en la primera de las dos sesiones de un curso de cata de vinos que estoy haciendo, donde nos enseñaron el proceso de vinificación, y los rudimentos de la cata. Y digo rudimentos, porque la cata, como casi cualquier cosa hoy en día, es todo un mundo que sólo conocen en detalle los enólogos profesionales y, en menor medida, todos aquellos que saben disfrutar de un buen vino. Es un mundo de conceptos, ritos y costumbres que asoma al resto del mundo como un iceberg, del cual sólo se ve una pequeña parte.

Al igual que la enología, prácticamente todas (por no decir todas) las ramas de la sociedad moderna se han diversificado de tal forma, que uno no es sino capaz de entrever las capas superficiales de aquellas áreas que intente estudiar, y como mucho, entender medianamente bien una o dos áreas en las que se especialice. El saber humano ha llegado a un extremo por completo insospechado para el mundo renacentista, donde había mucha gente que dominaba varias ramas del arte o la ciencia (véase Leonardo Da Vinci, por ejemplo), o incluso para el de finales del siglo XIX, cuando se pensaba que prácticamente no quedaba nada por descubrir de la física. Hoy por hoy, una persona sólo puede aspirar a entender a fondo una pequeña parte del área de conocimiento en el que se especialice, tener conocimientos de áreas adyacentes, y conocer superficialmente (o nada en absoluto) de la gran mayoría.

Eso es una gran ventaja para la humanidad, puesto que indica el grado de avance al que se ha llegado con el paso del tiempo, pero implica un gran riesgo. ¿Qué habría ocurrido hace 1000 años si una enfermedad hubiera matado a la mitad de la población? Nada, aparte de problemas económicos importantes, como se puede ver por la enorme epidemia de la peste bubónica del siglo XIV, donde murieron millones de personas en europa y asia y las dejó prácticamente despobladas. ¿Qué ocurriría hoy en día si, por ejemplo, el SIDA matara a la mitad de la población mundial? El caos, la barbarie, el retroceso cultural hasta Dios sabe que época. Hoy en día mucha gente no sabe cómo criar una vaca o una oveja, cultivar una patata, qué tipo de planta es una patata o si realmente es una planta o un preparado artificial (véase sino el surimi, que es un preparado artificial). Sólo sabe que se la dan pelada, cortada, envasada y lista para freir en un líquido llamado aceite que le dan envasado en un material transparente llamado plástico. De entre la gente que ha pasado toda su vida en la ciudad, ¿quién conoce cómo se cultiva y recogen las patatas?, ¿quién sabe cómo se cultivan las aceitunas, se prensan y se extrae el aceite?, ¿quién sabe cómo se fabrica una bolsa o botella de plástico? Y no me refiero al detalle de saber que la patata se planta y luego se recoge, sino a todos los detalles de cuándo se siembra, cómo abonarlo, cuándo recogerlo, cómo protegerlo de las plagas y enfermedades, cómo obtener el máximo beneficio de una plantación de patatas... Y si nos fijamos en los detalles técnicos... ¿quién sabe cómo producir electricidad?, o peor aún, ¿quién sabe cómo conservar un trozo de carne sin un refrigerador ni electricidad?.

A Einstein le preguntaron una vez qué armas se emplearían en la III Guerra Mundial. El respondió: no lo sé, pero sí sé cuales son las que se usarán en la siguiente: palos y piedras.

Comentarios

  1. Además del conocimiento fragmentado, ¿qué me dices de la exigencia de conocimiento permanente a la que nos obliga esta sociedad, en la que apenas conoces algo, es materia de antaño al día siguiente, más en lo que refiere a la tecnología, pero también en las demás áreas del conocimiento?

    O sea que, además de poseer sólo una parte muy pequeña del conocimiento que circula por el planeta y sus alrededores, ¡¡nunca podemos relajarnos y detenernos en la adquisición de esos conocimientos, porque habrá que actualizarnos luego cual una página web o un antivirus, día tras día, para no quedar rezagados!!

    Besitos!!!

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  2. Efectivamente Cin. Como dijo alguien: "El analfabeto del futuro será aquel que no sepa aprender"

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