El estrés del ocio

Todos los días, cuando vuelvo al trabajo después de comer, paso por delante del cartel de "La guerra de los mundos". Es un cartel enorme, que cubre toda la fachada del hotel Capitol, edificio que se hizo famoso hace algunos años cuando Santiago Segura, completamente colocado, se colgaba del cartel de Schweppes en la película "El día de la bestia". Puf, la peli es del 1995, y parece que la estrenaron ayer. Cómo pasa el tiempo.

El cartel en cuestión publicita la peli que han hecho sobre el libro de H.G. Wells, que precisamente me leí la semana pasada. Supongo que no habrán adaptado el guión al pie de la letra, porque el libro está basado en la época de finales del siglo XIX, principios del XX. Gran parte del asombro que causa el libro se debe a la "rapidez" con que los marcianos conquistan Londres, con los londinenses pillados de improviso, a pesar de llevar los marcianos tres días en la Tierra. Hoy en día eso sería del todo imposible. Entre la radio, la televisión, y sobre todo, internet, pasan pocos minutos entre que sucede algo importante en algún lugar del planeta y se entera el resto del mundo. Me imagino que la película se basará en efectos especiales, la destrucción de Nueva York (o cualquier otra ciudad americana, no creo que la ambienten en la ciudad original, Londres), algún romance, y cosas de esas que les gusta tanto a los americanos...

Lo que decía, mirando en la página web de la peli, dice: "Versión contemporánea del clásico de H.G.Wells, este thriller de aventura y ciencia ficción revela la extraordinaria batalla de la humanidad por sobrevivir una invasión de extraterrestres a través de los ojos de una familia americana". Típico.

En fin, a lo que iba. Debajo de la mano-tentáculo del extraterrestre que sostiene la tierra han colocado un contador con números rojos que nos dice el número de horas, minutos y segundos que quedan hasta el estreno. Cada día lo miro y pienso "ya queda menos", "ya casi es el día"... Hasta hoy, que he pensado "¿y a mí que me importa?, ¿por qué mierda estoy impaciente?". Simplemente el hecho de que haya un contador descendente nos fuerza a desear que llegue a cero cuanto antes. Deseamos que vaya más rápido. Estoy seguro de que aunque sólo estuviera el contador sobre una pared en blanco, todos los días habría decenas de personas deseando que llegase a cero de una vez.

Es el estrés de la gran ciudad el que nos hace desearlo. Vivimos deprisa, nos movemos deprisa, comemos deprisa, conducimos deprisa. Y ahora, hasta nos hacen ansiar que el momento del ocio llegue deprisa. ¿Y todo para qué? Para que cenicientos hombrecillos grises con sombreros hongos, maletines y un cigarro puedan vivir a nuestra costa.

Me gusta Madrid. Tiene casi todo lo que puede desear un urbanita como yo. Pero si a lo que tiene, se le pudiera añadir más tiempo y algo menos de estrés, creo que sería la ciudad ideal. Y si tuviera una playa, ya sería perfecta.

Comentarios

  1. Muy bueno lo del contador. Eso sí que es marketing. No sé cual es la razón, pero todos lo hacemos, nos quedamos eganchados a esos contadores. Aquí colocaron uno indicando los días que faltaban para el cambio de siglo y yo lo miraba todos los días. Y en realidad quiero que el tiempo pase lo más despacio posible.
    No es sólo un mal de grandes ciudades. Yo vivo en una pequeña y siempre me falta tiempo. Elijo Madrid, aunque no tenga playa. Tendrías que ver la oferta cultural de una ciudad pequeña...si hay diez películas en cartelera te puedes dar por satisfecho (todas muy comerciales y pocas veces alguna apetecible).

    ResponderEliminar
  2. Deckard, gracias, ya tengo mi libro móvil. Un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La nostalgia del papel

Sueños y olor a orégano