En la que ganan los malos

Ayer por la tarde me acerqué con mi colega R. y un ex compañero de trabajo suyo a ver la 6ª entrega de la guerra de las galaxias (mala traducción, si consideramos que todo transcurre en la misma galaxia y que el título original era las guerras de las estrellas). Creo no destrozarle a nadie la peli con el título del post, puesto que todos sabemos que en esta peli ganan los malos. Es algo que no suele ocurrir a menudo, eso de que ganen los malos. Se te queda un mal sabor de boca cuando vas a entretenerte en un cine y descubres que el mundo no es color de rosa, y que también en la pantalla pierden los buenos. De todas formas, en este caso no es un perder, perder, lo que se dice perder, sino, como todos sabemos, una batalla perdida a la espera de la victoria final a cargo de Luke, Leia y Han Solo. Pero vamos, quitando que ganan los malos, la peli está bastante bien, y tiene todo lo que debe tener una peli de este tipo: amor, odio, peleas espectaculares con sable láser, muchos efectos especiales y sobre todo, mucha acción.

Después del cine nos estuvimos tomando unas cervecitas en un irlandés que había cerca, y estuvimos hasta media noche charlando de esto y aquello, de la peli, del curro, de los pisos (qué caros que están), y de lo humano y lo divino, como se suele decir. Así que a la salida, con un cartucho de palomitas, unas almendras y 4 cervezas en el estómago, nos fuimos a casita más contentos que unas pascuas.

En el metro, sin embargo, tuve tiempo de que se bajaran las cañas entre el retraso normal de esa hora (15 minutos esperando) más el retraso de un cambio de andén por obras (otros 20 minutos más de espera). Coger el metro a esas horas te da mucho tiempo. Tiempo para mirarte el plano de arriba a abajo (y recordar que allí, junto a tal estación, en ese cuadradito de casas, es donde vivía M), tiempo para mirar a la gente, tiempo para presenciar un confrontamiento de los guardias jurados con un pasajero que esperaba en el andén... Te da mucho tiempo para relajarte y olvidar las prisas.

Tan relajado salí del metro, casi hora y media después de entrar en él, que caminaba sin prisa y observándolo todo, como rara vez hago. Además, el silencio que reinaba a esa hora ayudaba bastante. Me entretuve en sentir el viento entre las hojas de los árboles, en oír a los gatos pelearse, me paré a ver el cartel de PHE05 en una marquesina de autobús, me paré a ver las pocas estrellas que se pueden ver en Madrid (mierda de contaminación lumínica)... Es increíble cómo puedes cambiar tu ritmo de existencia (que no de vida) en un momento.

Y también pensé en qué se puede hacer cuando te apetece contar algo en el blog, pero intuyes que le puede sentar mal a alguien que conoces. Por esa razón no quería dar a conocer mi blog a mis amigos.

Comentarios

  1. Deckard, conviene a veces pararnos un rato, y mirar fuera. Caminar despacio observando las cosas que nunca miramos con detenimiento, por prisa y por falta de interés. Con frecuencia estamos más pendientes de mirarnos a nosotros mismos que de volver los ojos hacia fuera. Callejear por Madrid sin prisa fué un placer delicioso que descubrí hace años (me maravillaba mirando edificios). Y respecto a contar cosas de gente que conoces... siempre que preserves su anonimato,no tiene porqué parecerle mal a nadie. Un abrazo. M.

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  2. Bueno, más que contar algo de alguien es contar algo mío que le puede sentar mal a alguien. De todas formas, prefiero callarme a que le siente mal.

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  3. A mi estas pelis me parecen genial...como todo, se les puede sacar su fallito, pero al menos nos han deleitado con ellas (peor habría sido que no las hubieran hecho) :)

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